Hemeroteca del mes febrero 2009

La del poeta William Ospina es para mi gusto la mejor traducción de los sonetos de William Shakesperes que se ha publicado hasta ahora en lengua española. Quisiera compartir con ustedes, además de dos de los poemas, un fragmento del prólogo que el mismo Ospina escribió para una edición especial publicada en 1996 por la revista Número de Colombia. El libro se titula Veinte Sonetos de William Shakespeare y tuvo un tiraje de 750 ejemplares numerados a mano. La portada, de una sencillez elegantísima, fue diseñada por el maestro Luis Fernando Rodríguez. Los sonetos completos fueron publicados en Buenos Aires en 2003. La foto es una cortesía del fotógrafo argentino Daniel Mordsinski.

 

UNAS PALABRAS PREVIAS (fragmento)

por William Ospina

 

Tal vez lo que más asombra de los sonetos de Shakespeare es que el hombre más secreto y enmascarado de la historia de inglaterra haya decidido salir a la luz y mostrar su rostro ciento cincuatro veces, y que, acostumbrado a decir: Yo, Ricardo…Yo, Julieta…Yo, Horacio…Yo, Falstaff…Yo, Cleopatra, haya tenido el extraño valor de decir en ellos: Yo, Shakespeare. Este hecho convierte a los sonetos en piezas anómalas, que nos llenan de una compleja esperanza. Todos creemos percibir algo singular, detalles de su vida cotidiana, rastros de esa minuciosa biografía imposible que los siglos han intentado y abandonado ya muchas veces. Ciertos versos nos aproximan a esos momentos que son de todos. Decimos:

Mira, por el Oriente, cuando la luz graciosa…

e imaginamos a Shakespeare compartiendo con alguein el amanecer. Decimos:

¿Por qué tú, que eres música, la escuchas con tristeza?

y los vemos entre el público, escuchando el concierto.

Leemos:

Cuando miro los altos árboles deshojados,

Los que antes resguardaban del calor los rebaños…

y sentimos que es verdad, que aquel hombre estuvo un día viendo volar las últimas hojas de los árboles y sintiendo avanzar los vientos glaciales que bajan de las tierras nórdicas y van aletargando el continente; que él sintió también esos días de nieve sucia y esas largas noches solitarias. Leemos el soneto 29, aquel en donde, en nombre de todos los siglos, habla del “sordo cielo”, y sentimos que más acá del milagro inexplicable de su poesía, fue un humano como otro cualquiera: solitario,colérico, ingenuo, envidioso, descontento, temeroso y admirablente capaz de amor y de admiración(…)

 

29

Cuando, infeliz, postrado por el hombre y la suerte,

En mi triste destierro lloro a solas conmigo;

Y agita al sordo cielo mi grito vano y fuerte,

Y, volviendo a mirarme, mi destino maldigo,

Y sueño ser como otro más rico en esperanza,

Tener su mismo aspecto, gozar sus compañías,

Y envidio el arte de éste, del otro la pujanza,

Hastiado aun de aquello qie me daba alegrías–

Si en estos pensamientos mi desprecio me espanta,

Pienso en ti felizmente, y entonces mi consuelo,

Como una alondra a orillas del día se levanta

Del mundo oscuro, y canta a las puertas del cielo.

Tal riqueza me ofreces, dulce amor recordado,

Que desdeño cambiar con los reyes mi estado.

 

42

Saber que tú la quieres no es mi mayor condena,

Pues también yo la quise y eso bien lo recuerdo.

Que seas suyo es de veras mi más profunda pena,

Pues un amor más hondo y más íntimo pierdo.

Y con todo, ofensores amantes, os excuso:

Tu amor, porque la quiero, hasta su lado llega,

Por mi amor ella ejerce contra mi amor su abuso,

Y  a mi amigo querido por mi amor se le entrega.

Si te pierdo, mi pérdida en ganacias recibo,

Si la pierdo, es mi amigo quien halla lo perdido;

Cuando los dos se encuentran, yo de los dos me privo,

Y por mi amor me dejan a su cruz sometido.

Alegría: él y yo somos uno así,

¡Dulce halago! ella, amándolo, me quiere sólo a mí.

 

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William Ospina poeta, ensayista y traductor, nacido en 1954, en Padua, Tolima, en los Andes colombianos. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en Cali, pero abandonó la carrera para dedicarse a la literatura y al periodismo. Vivió en Europa entre 1979 y 1981, y desde su regreso vive en Bogotá. Ha publicado diez libros de ensayo:
Aurelio Arturo, 1991; Es tarde para el hombre, 1992; Esos extraños prófugos de Occidente, 1994; Los dones y los méritos, 1995; Un álgebra embrujada, 1996; ¿Dónde está la franja amarilla?, 1996; Las auroras de sangre, 1999; Los nuevos centros de la esfera, 2001, Obteniendo en 2003, el Premio de ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas por este último libro; La decadencia de los dragones, Alfaguara, 2002; y, América Mestiza, Aguilar, 2004.
Ha publicado tambiénn cuatro libros de poemas:
Hilo de Arena, Colcultura, 1986; La luna del dragón, La Cierva blanca, 1991; El país del viento, (Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura, 1992; y ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?, 1995. Y las novelas:
Ursúa, Alfaguara, 2005. (“La mejor novela del año”, de acuerdo lo manifestado por Gabriel García Márquez) y El País de la canela, Belaqva 2008.

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LA FELICIDAD

La felicidad, como tantas otras cosas,
depende de los reflujos de la mente.
Pero ese vaivén de la memoria lo gobierna el azar,
y por fatalidad he vivido dando rodeos
acercándome quizás, sin alcanzar lo memorable,
una y otra vez cayendo en lo peor de lo vivido.
¿Acaso la felicidad está en lo más próximo,
en lo que no es memoria sino llana realidad?
Si es así no hay esperanza
pues para llegar a lo más cercano
hay que transitar por el camino más largo,
que dicho sea de paso, es el más difícil.
La felicidad, como un legítimo tesoro,
espera en el fondo
de lo ríos más caudalosos de la memoria.
Sólo en esos acuosos mantos existe con pureza.
Aunque en tierras cotidianas contemos con réplicas exactas
dispuestas en vitrinas a precios caprichosos.
Si alguno codicia las auténticas joyas
tiene que sumergirse en innumerables aguas,
sortear atroces peligros, arriesgarse.
Pero que entienda de antemano
que los tesoros verdaderos no son hallazgos de la voluntad.
Yo prefiero abandonarme al azar,
tal vez un día aparezca ahogada en buenas aguas.

Lauren Mendinueta
Lisboa, marzo de 2007

Y ustedes qué piensan, ¿será posible alcanzar la felicidad?

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