Hemeroteca del mes febrero 2008

No sé exactamente cuándo nació Ricardo Bada. En unas páginas de Internet se lee que en 1939 y en otras que en 1942. Yo no me he atrevido a preguntarle, no sea que él piense que soy indiscreta. En lo que sí están de acuerdo las páginas virtuales es en que nació en Huelva (España), y en que ha desarrollado su vida profesional como escritor y periodista. Desde hace casi 40 años vive en Alemania, país en el que ha publicado junto con Felipe Boso dos antologías de la literatura española. También se le conoce como traductor de grandes poetas: Goethe, Theodor Fontane, Else Lasker-Schüler, Bertolt Brecht, Erich Fried, Hans Magnus, Heinrich Böll y otros. Ojalá Ricardo Bada se anime un día de estos a enviarme sus traducciones para publicarlas en este blog.
Mencionaré algunos de sus libros: “La generación del 39″ (cuentos) 1972, “Basura cuidadosamente seleccionada” (poesía) 1994, “Cuaderno de Bitácora” (diario de un viaje) 2003.
A Ricardo me lo encuentro constantemente en periódicos y revistas de muchos países. Sus artículos suelen ser tan simpáticos y entretenidos como éste que él nos ha enviado especialmente a Inventario. Estoy segura de que les arrancará entre líneas más de una sonrisa.

UN POEMA DE MARIO BENEDETTI

por Ricardo Bada

Hay un poema justamente famoso de Mario Benedetti, que se titula Táctica y estrategia,
y que dice así: “Mi táctica es / mirarte / aprender como sos / quererte como sos // mi táctica
es / hablarte / y escucharte / construir con palabras / un puente indestructible // mi táctica es / quedarme en tu recuerdo / no sé cómo, ni sé / con qué pretexto / pero quedarme en vos //
mi táctica es / ser franco / y saber que sos franca / y que no nos vendamos / simulacros / para que entre los dos / no haya telón / ni abismos // Mi estrategia es / en cambio / más profunda
y más simple // mi estrategia es / que un día cualquiera / no sé cómo, ni sé / con qué pretexto / por fin me necesites”.

Este poema de Benedetti es de los que se mete bajo la piel, tanto que hubo una vez una call girl en Madrid anunciándose con uno de sus versos. No les invento, conservo el recorte de la publicación donde podía leerse “Mi táctica es quedarme en tu recuerdo” (una cita de ese poema de Benedetti), y a continuación el nombre de la profesional del amor, Sandra, y su número de teléfono. Y no sean malpensados, no la llamé, aunque me hubiese gustado conocer su trasfondo cultural: no todas las call girls del mundo pregonan su mercancía con endecasílabos de una perfección quevedesca.

En fin, resulta que un buen día encontré ese poema en una postal que compré en el puerto de San Sebastián, en un kiosko donde el tarjetero la ofrecía entre otras postales más geográficas
y paisajísticas. Sólo que el texto se había modificado. Allí decía lo siguiente: “Mi táctica es mirarte / aprender como eres / quererte como eres / mi técnica es hablarte / y escucharte construir / con palabras / un puente indestructible / mi táctica es quedarme / en tu recuerdo
/ no sé cómo, ni sé / con qué pretexto / pero quedarme con él / mi táctica es ser franco / y saber que eres franca / y que no nos vendamos / simulacros / para que entre los dos / no haya telón ni abismos / Mi estrategia es en cambio / más profunda y más simple / mi estrategia es que /
un día cualquiera / no sé cómo, ni sé / con qué pretexto / por fin me necesites”.

Creo que se nota la diferencia: además de que hay una vez en que “táctica” se convierte en “técnica”, que tiene el mismo número de letras pero significa algo muy diferente (y el blog Inventario, ya desde su nombre, es el lugar más adecuado para remarcarlo)… además, digo,
se ha cambiado el voseo por el tuteo: ya no es “aprender como sos / quererte como sos” sino “aprender como eres / quererte como eres”, ya no es “saber que sos franca” sino “saber que eres franca”. En una palabra, españolizaron a Benedetti. ¡Por Dios!, como diría el maestro Mutis, y yo me adhiero, pese a mi agnosticismo.

Desde luego entiendo el argumento inevitablemente crematístico del fabricante peninsular de postales que se prendó también él del poema de Benedetti y decidió sacarle partido comercial, eso sí, sin pagarle ni un centavo de derechos de autor al poeta uruguayo. Por supuesto que entiendo su argumento: los españoles no vosean, porque lo suyo es vocear, con “c” de cencerros. Así es que “vos no sos” sino “tú no eres”. De acuerdo.

Pero ahora acerquémos a la poesía de Bécquer, del inalcanzable Gustavo Adolfo Bécquer,
a sus Rimas inmortales, recordemos la número XXI: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
/ en mi pupila tu pupila azul: / ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú”.
E imaginemos que un fabricante de postales, rioplatense o centroamericano, la imprimiese con este texto: “¿Qué es poesía?, decís mientras clavás / en mi pupila tus ojos, los dos: / ¿Qué es poesía? ¿Y vos lo preguntás? / Poesía…sos vos”. ¡Por Dios!, como diría el maestro Mutis,
y yo me adhiero, pese a mi agnosticismo… y pese al suspenso de Bécquer en oftalmología, llamándole pupila a lo que a todas luces es el iris.

Confieso que todo esto me recuerda mucho un viejo chiste austríaco acerca del nivel cultural de los ciudadanos originarios de los Estados Unidos del Norte de América situados entre el Canadá y los Estados Unidos Mexicanos. Uno de ellos llegó en Viena delante del monumento dedicado a Johann Strauss, el rey del vals, y alzando los brazos extasiado delante del mismo, exclamó con absoluta y total convicción: “¡Aaaah, Schubert! ¡¡¡tátátátáaaaaa!!!” (las cuatro primeras notas de la quinta sinfonía de Beethoven). Los vieneses cuentan que Beethoven se revolvió furioso en su tumba, y eso a pesar de haber muerto sordo de solemnidad.

Etiquetas: autores españoles, Mario Benedetti, Ricardo Bada

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Nacida en Santiago en 1952, Carmen Yánez es una de las poetas chilenas más sobresalientes de la actualidad. Su poesía tiene una dulzura estremecedora que invita a la contemplación y fascina a todo aquel que haya nacido con cierta tendencia instintiva hacia la belleza.
Su vida, como la de tantas escritoras legendarias, está llena de dolor, pero no exenta de felicidad. Ella, como Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva o María Teresa de León, vivió en carne propia uno de los episodios más terribles de la historia del siglo XX, razón por la cual debió exiliarse en Suecia desde 1981. En 1997 cambió su residencia a España. En Gijón, Asturias, encontró un paisaje que la fascinó y el regocijo de volver al más puro origen, que para ella, como para todo escritor auténtico, está en el idioma.
Aunque había empezado a publicar en revistas desde Suecia no fue sino hasta 1998 cuando apareció su primer libro “Paisaje de Luna Fría”. Muy pronto su poemario fue traducido y editado en Italia. En el 2001 publica “Habitata dalla memoria”. Al año siguiente recibe en España el prestigioso premio de poesía “Nicolás Guillén”. Su más reciente título “Alas del viento”, aparecido en el 2006 fue traducido en Francia por el Atelier de traduction d´espagnol de Saint Malo que Claude Couffon dirige en La Maison des poètes et des écrivains. Ese mismo año se publicó en Italia en edición bilingüe el libro “Tierra de Manzanas”.
Desde hace poco más de una década forma parte del consejo de redacción de la revista del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. Y es una de las mejores promotoras de la poesía que haya conocido jamás. Los recitales poéticos que organiza en Gijón todos los años durante el Salón del Libro tienen un éxito absoluto, porque Carmen, además del cuidado que pone en cada detalle, tiene el don de la armonía. En un mundo que aparenta inclinarse cada vez más por lo corriente Carmen Yánez sobresale por ser una mujer extraordinaria.
Queridos lectores, los invito a disfrutar los poemas que la misma autora envió para ustedes. No se sorprendan si sienten que en ellos se escucha un crujir de huesos, una ráfaga de lluvia, una ola que vuelve a estallar, porque la vida es una sola y sus palabras suenan claras y precisas en la voz de un verdadero poeta.


Latitud de sueños

Una está tranquila
en un hotelito de Saint-Maló
frente al mar, es decir, expuesta.
El agua azul
y de pronto golpea el Pacífico espléndido
la brisa alimentada de eucaliptos
a la orilla de un recuerdo indeleble
donde moró la pequeña felicidad
que sostiene vértebras de vida.
¿Dónde tiene uno el mar que le pertenece para siempre?
¿En que órgano se oculta después de tantos viajes?
¿En qué víscera aúlla el animal de los recuerdos?
La infancia que brota entre las olas
desde la ventana de un exilio que nunca para de envolvernos
con sus pequeñas manos ahora.
Piedritas que juntaba y todo lo que fue posible
en los bolsillos rotos.
Una está tranquila
caminando sobre la arena tan tangible,
pero los zapatos se retrasan por el peso de la arena,
¡Tanta vida caminada!
Aunque los pies quieran despegar del suelo
confundirse con el azul.
Y en el fondo uno sabe
que todo es engaño
el aquí y allá en el cuerpo.
La única verdad es el dolor,
la incisión molesta
que ha hecho el filo de un guijarro en el zapato izquierdo
el talón herido que impide a veces avanzar
que va y viene
como la ola que muerde
a pesar de su belleza implacable.

He vivido en una república y dos reinos

Fui libre y vasalla,
la calandria enjaulada y melancólica,
las alas quebradas del viento.
Trenes de humo sin estaciones donde apear.
Órgano de lluvia desatada que ha golpeado
el hormigón estéril.
En mi república las cajitas nobles de mi fe primaria.
En mis dos reinos un baúl pesado que arrastro todavía.

Morada

Se han ido todos;
el bosque con su música de abetos,
los hombres cargando sus sombras
y sus perros.

Y eran de sueño los prismas de colores
que dejaban tras de sí.

Se han ido todos.

Yo me quedo
con un mínimo candil
entre las manos.

De vez en cuando
soy el árbol
que apuesta sus raíces
a la tierra.

Proclama

Yo estoy aquí
para recordarles lo feo, lo mínimo.
El cardo, la piedra, la espiga
el guijarro, la hormiga,
la carga.
La doliente raíz
que se ciñe a la vida
espantada de muertes.
El polvo que se atreve a levantarse,
los pasos que se pierden
y no vuelven,
la mierda del perro
—¡ah! por aquí pasó la vida
y no se detuvo.
La soledad de un zapato en la orilla
de un viaje interminable.
La roca gris que sostuvo el cansancio del caminante
y el tonel de la desesperanza
husmeando los rieles.
Los huesos, sí, los mínimos huesos
que escarban la memoria
y despiertan a todos los pájaros
de un grito.
Yo recuerdo lo feo, la arruga,
lo viejo, lo inútil,
lo roto.
Más allá se duele una muralla
con tres mil nombres
sobre el silencio.
El hueco de una fosa,
la evidencia.
El color de la tierra y sus estrías.

Los árboles

¿Qué es el poema escrito en la hoja blanca, sino el suspiro de un árbol
que expiró hace ya tanto tiempo?
¿Y qué de la palabra declamada, sino la voz del viento que pasó rozando
el delirio de la boca?
¿Y el libro cerrado en los anaqueles sino el paisaje ordenado de los árboles muertos?
¿Y qué del libro abierto en el insomnio de la noche, sino los fantasmas del bosque que se han tomado la almohada en los desvelos?
Y el libro perdido y olvidado, los hijos de los árboles abrasados por las llamas de la desmemoria.

Etiquetas: autores chilenos, Carmén Yáñez, poesía

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