CAMPO DE BATALLA
.
Nace en las ingles un calor callado,
Como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
Dobla sin agua, vivo y agotado.
.
Crece en la sangre un desasosegado
Urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
Rompe su sueño en la raíz mojado.
.
Salta la tierra y de su entraña pierde
Savia, venero y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gana la partida,
Todo es un campo alegre de batalla.
.
Rafael Alberti
.
.
.
MATERIA NUPCIAL
.
De pie como un cerezo sin cáscaras ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas oscuras parpadea.
.
Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.
.
La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.
.
La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.
.
La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.
.
Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas,
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescados ciegos o balas de agua gruesa.
.
Pablo Neruda
.
.
De pie como un cerezo sin cáscaras ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas oscuras parpadea.
.
Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.
.
La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.
.
La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.
.
La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.
.
Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas,
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescados ciegos o balas de agua gruesa.
.
Pablo Neruda
.
.
.
DOS CUERPOS
.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche es desierto.
.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche es relámpago.
.
Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.
.
Octavio Paz
.
.
.
SALMO
.
Cuando ya no tenga que pensarte
ni que soñarte mejor;
cuando ya no tenga que olvidarte
ni tenga que recordarte
porque estés en el aire que respiro;
cuando ya no tenga que buscarte
ni tenga que perderte
porque estés en mi soledad;
cuando te encuentre en tu sitio
como hoy encuentro mi cuerpo,
con sólo asomarme a mí mismo;
cuando seas en mi alma el más seguro,
más olvidado presente;
cuando nada tenga que decirte,
vida mía que tengo y que me tienes,
hermosa en el hermoso mundo
florecido jardín en tu jardín;
cuando por fin nos miremos
sin decir nada
en nuestros vivos ojos de libres vivos;
escucha entonces el mas dulce
de los nombres que te he dado:
el nombre ardiente y final
que te dirá mi silencio enamorado.
.
Tomás Segovia
.
.
.
XXX
.
Llevo un amor tan hermoso
como un mar dentro del pecho,
.
Llevo un amor como un mar
En el pecho prisionero
.
Llevo el mar de un gran amor
y no encuentro en qué ponerlo
.
¡Tanto cielo, tanto cielo,
y mi amor prisionero!
.
.
XXX
.
Como esta mano en tu pelo,
hundirme, hundirme…
.
Arrancar de mi carne el mundo
y en el fondo de mi sueño,
dormido lúcido,
quedarme irreal, único, absoluto,
como esta mano en tu pelo,
hundirme, hundirme.
.
Tomás Segovia
.
.
.
.
.
.
Te amo, mujer de mi gran viaje,
Como el mar ama al agua
Que lo hace existir
Y le da derecho a llamarse mar
Y a reflejar el cielo y la luna y las estrellas.
.
Vicente Huidobro
.
.
.
Me preguntas por qué de aquellas tardes
en que inventamos el amor no queda
un solo testimonio, un triste verso.
(Fue en otro mundo: allí la primavera
lo devoraba todo con su lumbre.)
Y la única respuesta es que no quiero
profanar el amor invulnerable
con oblicuas palabras, con ceniza
de aquella plenitud, de aquella lumbre.
.
José Emilio Pacheco
.
.
.
Abres los ojos. Silencias, es la noche
complicada de estrellas y conjuras mentales.
Cierras los ojos. Sonríes. Es el canto:
el día que transcurre por los labios indecisos.
Me matas. Es la vida.
Te mueres. Es un ala.
Cualquier palabra sirve para nombrar el prodigio.
.
En los magnéticos campos, vas y vienes sin moverte,
vienes y vas alternante, dando así a luz los misterios.
Abres los brazos. Me entrego.
Cierras el fruto. Lo muerdo.
Abres la música y vuelan entre palmas mis latidos
o te cierras, y son sierpes
en la aurora inacabable de la metamorfosis.
.
Abres. Cierras. Apretado
el fruto es comestible, y erótico, y violento,
y horrendamente arcaico. Y sagrado, por arcaico.
Cierras. Abres. Te declaro por alegrías, variando,
con voz pública y escándalo.
Sé que nadie nos perdona. Que desafío si canto.
Que la dicha es un pecado.
.
Vivir hacia delante mientras la vida crece,
no pensar que te acechan, hipnóticos, los iris
de los céntricos ojos de la muerte,
creer que por feliz, limpio, alígero, indemne,
transcurres inocente,
es ignorar que nunca se perdona al dichoso,
que amar es siempre dolo.
.
¡Cómo brillan en la mina los tesoros,
las aéreas tormentas
contenidas en un grano de ira y oro!
¡Cómo acaban
en cabezas de muerto los espigados gozos
y las fúlgidas sumas del maquinal insomnio!
¡Cómo somos uno y otro, sin razón corazonados!
.
No se debe (tiemblas, abres),
no se puede (cierras, dueles),
no se quiere luchar, sólo se quiere
conservar ese cuerpo felizmente evidente,
esos ojos, esos labios, esos brazos
secretamente envolventes,
sintiendo mansamente que ahí acaba la muerte.
.
Puestos los guantes de llamas
se tocan limpiamente los turbios sentimientos.
Puesta en sí la mirada,
se ve sólo el amor, la vida clara.
Otros ojos reales, un orden de distancias.
Y no se pide más.
Se piden simplemente las materiales magias.
.
Nada más (¿será mucho?),
nada menos que vivir lo total en el momento
como todos podemos vivir, como besamos,
como amamos y erramos luminosos,
como yo, por ti, contigo, puedo y hago,
pese al mundo que nos burla y nos desgarra,
pese a todos los que llaman cinismo a mi inocencia.
.
Abres los ojos. Te miro sin acabar de encontrarte.
Cierras los ojos. Te envuelvo, muriéndome por dentro.
Pones la noche. Te pienso.
Pones el día. Te espero.
Y en esta vida me cumplo, madurando con lo triste.
Y aunque todo parece mentira, yo te creo.
Sé que el amor existe.
.
Gabriel Celaya
.
.
.
Abrazado a tu tierra,
cuerpo en flor,
a tus praderas para galoparlas
junio entraría en nosotros como la luz entre estos pinos.
Entraría radiante, viniendo yo no sé
de dónde, pero cierto como un brazo de aurora.
Y ya no habría hora triste ni momento malo.
.
En nuestros brazos tiene el tiempo
su dimensión más ancha, y para dar consuelo
y no sentirnos solos, bastaría
con la certeza de tu cuerpo aquí,
como una flor que empuja o, más bien, como
aquel temblor de los cañaverales.
.
Y desde qué tristeza hemos venido,
desde qué infancia que nos han quitado.
.
Si bajo nuestra tierra está la tierra extensa,
la que pisaron otros hombres
con paso fiel o con melancolía,
yo quisiera decirte, preguntarte,
como a mí mismo me pregunto,
si en esta tierra no ha quedado algo nuestro,
un pasado de niños tristes bajo la lluvia,
algo, en fin, donde tú y yo vivimos,
donde hemos existido tú y yo ajenos, distantes,
echados al olvido duramente,
antes que en nuestro pecho a un tiempo entraran
este junio radiante, esta otra vida.
.
Carlos Sahagún
.
.
.
Sella tú con tus labios estos míos.
Pon tu mano en mi mano.
O deja que acaricie tu cabello,
tus mejillas, tu frente,
mientras hundo mis ojos en tus ojos,
en la insondable luz de tu mirada.
Deja que, así, te exprese,
cuando huyen las palabras
-ay, expresión del tacto,
única voz precisa-,
deja que, así, te exprese mi ternura.
.
Vicente Gaos
.
.
.
¡Qué profundo es mi sueño!
¡Qué profundo y qué claro,
qué transparente es, ahora, el universo!
Si pensando en ti siempre,
si soñando contigo me desvelo,
y te miro por dentro, con mis ojos,
si te miro por dentro…
veo la oscura entraña de la vida,
tu sorda luz de fuego,
y ya no sé si a ti te estoy mirando,
o si contemplo el cielo:
el último trasfondo del poniente,
sin nubes y sin velos,
más arriba de todas las estrellas,
donde está Dios, despierto.
O el inicial trasfondo de la noche
donde estás tú, durmiendo.
.
Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en Dios, soñando en ti, soñando
lo mucho que te quiero.
.
Vicente Gaos
.
.
.
Ya estoy de vuelta, amor, viniendo estoy,
llegando más a ti a cada rodada,
no vuelvo a lo dejado la mirada,
siempre adelante remirando voy.
.
Hombre que sueña y que se acerca soy,
hombre que viene por la madrugada,
que anhela y goza y tiembla la llegada
muerto de ayer y redivivo de hoy.
.
No sé si de mis huertos, de mis rosas,
si vengo de mi campo con espinas,
si del mundo, no sé, si de mis cosas…
.
Sé que soy hombre que se acerca al beso,
hombre que sueña pueblo con esquinas,
hombre que sueña que se acerca… Eso.
.
Antonio Murciano
.
.
.