Hemeroteca del mes junio 2012

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CIEN AÑOS DE POESÍA COLOMBIANA

(reseña publicada en el periódico portugués “Jornal das letras”, Lisboa, 4-17  de abril)

Por primera vez, si no nos equivocamos, es publicada entre nosotros una antología de poesía de un país suramericano (distinto de Brazil) – y desde un principio abarcando un siglo (poetas nacidos entre 1865 y 1965), bien hecha y con traducciones con garantía de calidad realizadas por un poeta y “especialista. Para ponerle nombre a las cosas, se trata de un volumen de casi 500 páginas, Un País que Sueña: Cien años de Poesía Colombiana, con selección y prólogo de Lauren Mendinueta (poeta y ensayista colombiana, desde hace cinco años radicada en Lisboa, y ya distinguida con varios premios,) y traducciones de Nuno Júdice. Se abre el libro con una presentación del embajador de Colombia en Portugal, Germán Santamaría Barragán, también escritor, vencedor del Premio Julio Cortázar y uno de los periodistas más famosos de su país.

La antología reúne 66 poetas, comienza con José Asunción Silva (1865-1896), nombre emblemático de la poesía colombiana, y termina con Antonio Silvera (1965), siendo los poemas de cada uno de ellos precedidos de una breve nota Bio-bibliográfica. En el prefacio, Lauren Mendinueta resalta que aquel periodo de cien años, primer criterio de la selección, le permitió “presentar un panorama bastante extenso que incluye poemas publicados desde finales del siglo XIX hasta a la actualidad”. Y acrecentó: “El segundo criterio fue mi gusto personal. Colombia, como Portugal, es un país de poetas. La presente no es una antología crítica ni exhaustiva. De haber sido crítica habría contenido menos autores, de haber sido exhaustiva tendría necesariamente que incluir muchos más. Mi objetivo fue desde el principio reunir en un solo volumen aquellas que considero las más bellas poesías colombianas. Esta es, pues, una antología de poemas y no de poetas. Están aquí reunidos trabajos de autores muy dispares entre sí, grandes poetas y poetas menores, poetas cultísimos y poetas populares. En sus versos se encuentra representada buena parte de la memoria lírica de mi país.”


Uno de los poetas presentes y de los más representativos es Álvaro Mutis (1923), también novelita y gran amigo  -primer lector de los originales de Gabriel García Márquez. Léase su poema “Canción del este”: A la vuelta de la esquina/ un ángel invisible espera;/ una vaga niebla, un espectro desvaído/ te dirá algunas palabras del pasado./ Como agua de acequia,/ el tiempo
cava en ti su arduo/ trabajo
de días y semanas,/
de años sin nombre ni recuerdo./A la vuelta de la esquina/
te seguirá esperando vanamente/ ese que no fuiste,/ ese que murió
de tanto ser tú mismo lo que eres./
Ni la más leve sospecha,/ ni la más leve sombra/
te indica lo que pudiera haber sido/ ese encuentro. Y, sin embargo,/ allí estaba la clave/ de tu breve dicha sobre la tierra.

 

Lisboa, Portugal, Jornal das Letras 4-17 de abril de 2012

 

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Tomado del Blog “Fuera del Juego” de José Manuel Fajardo

Hace veinte años que fue publicada la novela Amarilis del escritor mexicano Antonio Sarabia, un texto que no ha cesado de crecer, como sucede siempre con las obras maestras. Vanguardia del apogeo de la novela histórica porque narra los últimos años de la vida de Lope de Vega y su amor con Marta de Navares (no porque se atenga a ningún cliché de género), su inmersión en las contradicciones de la pasión y su retrato de una época barroca que parece espejo de nuestro tiempo la han convertido es un libro fundamental.

No hay mayor placer, ahora que la literatura parece muchas veces diseñada con molde, que leer a un autor inclasificable. Auster o Atxaga lo son desde construcciones posmodernas. Sarabia, desde la reconciliación de tradición y modernidad. Su estilo capaz de llevarnos a la España del siglo de oro, la Troya de la Iliada o el mundo onírico del volcán de Colima, ha hecho de él uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.

José Manuel Fajardo

Lisboa, 16 de junio de 2012

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Palabras sobre el libro de Juan Manuel Roca, Galería de espejos.
Pensamientos de un crítico académico colombiano, no de un “crítico nadaísta”.
Lo que suscitó en mí su lectura. No es una valoración crítica sino reflexiones que se desprendieron de su lectura.
Por Armando Romero 
Tomado de NTC ,

Gracias a la generosidad de Juan Manuel Roca, quien me lanzó desde Bogotá a Cincinnati su libro Galería de espejos, puedo continuar nuestro diálogo sobre la poesía colombiana y sus aciertos y necesidades. Pero antes de hablar del libro de Roca, déjenme reiterar mi admiración por el trabajo que ha hecho en Portugal nuestra gran poeta Lauren Mendinueta. La antología de poesía colombiana, Um país que sonha, es magnífica en la medida que por primera vez pone al alcance de un público tan selecto y exigente, como es el portugués, nuestro hacer poético. Y el hecho de que los 66 poetas incluidos estén traducidos por Nuno Júdice, quizás el mayor poeta vivo actual de Portugal, es algo digno de gran orgullo para nosotros. Es una lástima que uno de nuestros buenos poetas, Jaime Jaramillo Escobar, no se dignara participar, a pesar de las múltiples solicitudes que Lauren le hizo. Digo esto para que no se piense, cuando empiece a circular la antología en Colombia, que este poeta fue excluido deliberadamente.




He leído con gran entusiasmo el libro de Juan Manuel.
Es obvio, y el poeta así lo dice, que este no es un libro crítico sino más bien sus impresiones, lecturas, meditaciones sobre la historia de la poesía colombiana, y en este proceso destaca lo que es más importante para él, lo que arma su edificio poético en cuanto tradición. La verdad es que esto es bastante respetable y no tiene posibilidad de crítica, exceptuando la posibilidad que deja para que uno disienta a momentos, amigablemente, con sus asertos.

Ahora bien, sin que esto sea una crítica, yo hubiera preferido que Juan Manuel nos hubiera entregado una memoria poética, donde se perfilara el espíritu de una época que él vivió y vive, y es aquella que salta de la década del 60 a la actualidad. Una memoria donde se pudiera ver con precisión y claridad el por qué de las diferencias estéticas y políticas entre los poetas y los escritores, el por qué de sus afectos y rechazos, para no usar la palabra odio, que no creo exista en Juan Manuel. Nadie como él ha vivido intensamente este ir de la poesía colombiana en los últimos 50 años. Si esta presencia se comparara con la mía, podríamos decir que él ha vivido el país real mientras que yo existo en un país inventado por la memoria y la imaginación.

         Obviamente que en muchas cosas estoy de acuerdo con Juan Manuel y comparto sus opiniones así como a veces el comparte las mías. A manera de anécdota personal, sigo todavía preocupado de que se me siga llamando “crítico nadaísta”, como si ese oximoron fuera una verdad irrefutable. Creo que la falta de una crítica académica profunda, seria, en Colombia, sigue creando estas posibilidades de calificación y encasillamiento. Si bien yo participé un poco en el movimiento nadaísta en algunos años de la década del 60, lo hice no para buscar una escuela literaria sino para encontrar almas afines en mi rechazo a la “inteligencia” colombiana del momento. Es por eso que todavía me asombra que se siga considerando a Jaime Jaramillo Escobar como el mejor poeta de los nadaístas. No puede haber un  poeta mejor en el nadaísmo porque todos son diferentes, así como no hay un poeta mejor en la generación de Mito, o en los poetas de lo que se denominó “generación sin nombre”, etc.
         Esto me lleva a lo que decía antes sobre la falta de una crítica académica seria, profunda, en Colombia. Creo que es necesario decir ¡basta! a los que continúan con nuestro inocente y cándido analfabetismo que proclama que la crítica se debe hacer desde el café, desde la poltrona que amerita buenos y malos. Vemos entonces que se resalta a poetas mediocres como los más grandes poetas de América Latina o se demerita a otros porque no se los entiende o porque no son amigos, etc. Creo que este fue uno de los males que trajo la vociferación nadaísta al ser interpretada como crítica literaria y no como proclama violenta contra la cultura colombiana en general. Lejos estaban los nadaístas de ser críticos literarios ya que la improvisación y la ignorancia los marcaba. Debemos reconocer que los nadaístas no se propusieron este camino porque estaba de frente contra sus prédicas libertarias, anarquistas, pero si lo tomó la generación siguiente, la encabezada por Juan Gustavo Cobo Borda, quienes buscaban retomar el juicio crítico de la generación Mito, hablo de Gaitán Durán o Charry Lara. Desafortunadamente estos poetas mezclaron la insolencia del nadaísmo con la autoridad crítica de Mito, y el resultado fue un enmascaramiento de la crítica, totalmente impresionista, como arma para establecer cánones, poderes en el campo literario, control de las instituciones culturales. Es por esto que podemos leer, con asombro, estas palabras de la profesora y poeta Piedad Bonnett: “Lo primero que celebro de Galería de espejos  es su tono, totalmente alejado de las jergas académicas que a menudo complican innecesariamente los textos críticos, como si partieran del supuesto de que la sencillez es enemiga de la complejidad.” . A pesar de que en ciertas ocasiones pudiéramos estar de acuerdo con estas palabras, especialmente con la crítica literaria que usa un multiculturalismo desprendido de lo literario propiamente dicho, ellas tienden a aprobar la improvisación, la falta de análisis, en el estudio de la literatura como vaso comunicante, “órfico”, como quería Lezama.
         Los norteamericanos, los franceses, los italianos, han construido su edificio en poesía gracias a la visión de sus grandes críticos, algunas veces desprendidos del acto mismo de crear. Northrop Frye, T. S. Eliot, John Crowe Ransom, Harold Bloom, Paul Valery, Roland Barthes, Gaston Bachelard, son nombres que recuerdo al azar. La pregunta es: ¿Dónde está nuestra exigencia crítica, si todavía pregonamos el sentimiento como juicio crítico? Yo sé que los poetas no tienen que ser críticos de poesía, y así lo veo en el caso de Juan Manuel Roca, quien no pretende de ello. El problema está en los que pretenden ser críticos sin  tener bases para ello, o en los que desde la academia deberían ayudar a fundar un pensamiento que se independice de los centros literarios, del amiguismo, y que por fin señale la educación como forma del conocimiento. Y este es un problema doble, porque bien sabemos que muchos no se atreven a opinar, a levantar un aparato crítico sólido, por miedo a las retaliaciones. Siempre le digo a mis alumnos acá en Cincinnati: uno de mis mayores miedos es tratar de opinar, decir lo que pienso, criticar, sobre lo que sucede en el mundo de la poesía en Colombia. Pocos son los que reciben la crítica sin considerar que esto no va contra la persona, sino que es un juicio con respecto a su oficio público.
         Como ven ustedes, amigos de NTC …, estos no son los pensamientos de un “crítico nadaísta” sino de un crítico académico colombiano.
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En pocas ocasiones la reseña de un libro de poesía ocupa la página complete de un periódico de circulación nacional en Portugal. Esta es una de esas felices ocasiones.

 

Reseña publicada en IBSILON suplemento cultural del periódico PÚBLICO de Portugal el 1 de junio de 2012
reseña en PDF (Aquí se puede ver la página tal y como se publicó en la edición portuguesa)

UN PAÍS QUE SUEÑA (ciem años de poesía colombiana)

Prólogo y selección de Lauren Mendinueta

Traducción de Nuno Júdice

Editorial Assírio & Alvim, 2012

Por David Teles Pereira

 

En Portugal las antologías colectivas de poesía extranjera nunca lograron ser más que proyectos descontinuados y, casi siempre, individuales. Hasta hoy ninguna editorial manifestó la más mínima intención de construir de forma crítica y sistemática un conjunto de antologías de poesía de otros idiomas, trabajo, que de ser tomado en serio, daría a los lectores portugueses un mapa de iniciación sin paralelo en la historia de las publicaciones de nuestro país. Tal vez sea justo reconocer en las editoriales Assírio & Alvim y Relógio d’Água un papel menos tímido a este propósito que el de su competidoras, pero aún así sus publicaciones son demasiado puntuales como para que se pueda hablar con propiedad de un verdadero proyecto.

Sirva esto para decir que basta con la publicación de “Un país de sueña (cien años de poesía colombiana) para que Lauren Mendinueta y Nuno Júdice ganen un lugar destacado en la divulgación de poesía en lengua extranjera. Este es, a pesar de todo, el mérito que esta obra tendrá siempre, y en cualquier circunstancia, en nuestro panorama editorial, sintomático de una dependencia de la poesía, principalmente si tenemos en cuenta que estas antologías panorámicas, por su dimensión y por los costos, difícilmente podrán ser publicadas por pequeñas editoriales que, en otras vertientes de la poesía todavía impiden el olvido. Libros como este son indispensables en un universo editorial en el que la publicación y la divulgación de poesía extranjera son por lo demás insatisfactorias.

“Um país que sueña” es una antología de cien años de poesía colombiana, no los últimos cien años, sino de aquellos que transcurrieron desde el nacimiento de José Asunción Silva, uno de los primeros modernistas, en el sentido de Rubén Darío, quien además construyó un universo estilístico y referencial próximo del gran poeta nicaragüese: El paciente:/Doctor, un desaliento de la vida
/ que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,/ 
el mal del siglo… el mismo mal de Werther,/ 
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi./ (…) 
El médico:/Eso es cuestión de régimen: camine/ 
de mañanita; duerma largo, báñese;/ 
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
/ ¡Lo que usted tiene es hambre!…(p.27). Para completar puede contarse que el día 24 de mayo de 1886 Asunción Silva le pidió a un amigo médico que dibujara una cruz en el corazón. Esa misma noche se suicidó con un tiro en el lugar señalado.

A propósito de este poeta varios de los textos de otros autores, que van poblando esta antología, manifiestan una curiosa intertextualidad con su obra, comenzando por el de Santiago Mutis (hijo de Álvaro Mutis, otro de los grandes poetas colombianos) que tiene por título el nombre del poeta de Bogotá y que refleja, de cierta manera, los procesos de diálogo y conflicto que las generaciones de poetas colombianos han mantenido con su primer modernista: “ A lo largo de cien años/ hemos luchado para que al fin te parezcas/  a nosotros—dueños de tus cenizas/ Tu integridad/nos irrita y avergüenza/ Tu dignidad/ ofende/ a quienes han preferido/ otros caminos.” (p. 330).

Conviene mencionar que los los cien años retratados en esta antología corresponden a un periódo particularmente turbulento de la historia de Colombia, marcado por una gran inestabilidad política y social y por episodios de gran violencia, una época oscura, como aparece descrito en el prólogo de esta obra. Al leer ese texto firmado por Lauren Mendinueta, el lector no puede dejar de sentirse cautivado por lo que propone, mostrar la poesía colombiana como »un espejo en el que se refleja (su) sociedad« (p.15), en esa extrañesa resultante del hecho de que la poesía es opuesta y, al mismo tiempo, fiel a  la realidad.

Digamos de una vez que esta tesis, que aparentemente tiene todo el sentido en el caso colombiano, es muy poco recomendable en la generalización que las palabras de la autora, a pesar de su llanura, dan a entender. Basta pensar unos segundos en neustra propia historia, también ella marcada por una serie de periódos oscuros, y que no por eso fueron poéticamente los más enriquecedores. Parece que la historia de la poesía nos permite concluir que su florecimiento o su agonía dependen mucho más de los poetas y poco de los acontecimientos. Lo que actualmente se escribe en Portugal es, en parte, prueba de lo que acabo de decir.

 

Esto no afecta, de ninguna manera, el mérito de este trabajo, al cual debe darse el mayor de los destaques. Después de leer el prólogo no es difícil intuir que la llegada las librerías de esta antología se debe, en casi toda su dimensión, al esfuerzo personal de Lauren Mendinueta. Pero también al excelente trabajo de Nuno Júdice, que tradujo cerca de 400 páginas de poemas de más de sesenta poetas.

Pero, incluso así, esto no es impedimento para llamar la atención hacia algunos aspectos menos logrados de esta antología. En el principio del prólogo la autora dice que “esta no es una antología crítica ni exhaustiva. De haber sido crítica reseñaría menos autores, de haber sido exhaustiva incluiría necesariamente muchos más” (p.14). Una antología crítica no se refiere propiamente a un criterio cuantitativo, pero sí a un trabajo de construcción y sistematización de una propuesta de lectura que tendrá, normalmente, un resultado menos inclusivo. No es por el número de poetas incluidos que esta antología no es crítica, sino por la falta de criterio en la selección, que se debe en parte al número de poetas escogidos, pero principalmente a los pocos poemas escogidos de cada poeta, a la falta de pistas de lectura sugeridas en el prólogo o a las cortas notas biográficas y a la incapacidad de, tanto estos elementos como la selección de los poemas, dar a entender a los lectores las singularidades, las propuestas y tensiones de la poesía colombiana entre 1865 y 1965.

Este sistema de presentación y de selección tienen el gran inconveniente de nivelar por lo bajo las antologías. Los pocos poemas que se eligen por cada autor (normalmente tres o cuatro) impiden que se destaque que hay grandes poetas nacidos en este periodo de la literatura colombiana. Merecían mayor destaque autores como Guillermo Valencia, León de Greiff, Álvaro Mutis o Gonzalo Arango, este último, incluso así, antologado con algunos de los más interesantes versos de este libro: Éramos dioses y nos volvieron esclavos./Éramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata./Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.( p.165) En este mismo sentido, admitiendo que en cien años de poesía Colombia ha producido muchos más poetas merecedores de se antologados, no es por esto que la selección deja de se bastante inclusiva y que, en un último análisis, termina por conducir a una acumulación de poemas que, salvo la cronología, ni viene ni  va para ninguna parte. En otras palabras, al terminar la lectura de “Un país que sueña” uno queda conociendo a más de sesenta poetas colombianos, pero, infelizmente, poco conocerá de la poesía colombiana. Es de lamentar que sea así, principalmente porque queda por demostrar aquello que se escribió en el prólogo: Colombia es “un país en el que se escribe una gran literatura” (p. 17) o “es un país de poetas”. (p. 14)

Por otra parte, cuando Lauren Mendinueta destaca la relevancia que los periodos de convulsión y violencia de la historia colombiana tuvieron en las obras de gran parte de los poetas antologados, habría sido interesante que este libro procurase en parte mostrar eso mismo, lo que ocurre solo en algunas excepciones, como en los poemas escogidos de María Mercedes Carranza, una de las mejores secuencias de este libro: : Las ventanas muestran paisajes destruidos,/ carne y ceniza se confunden en las caras,/en las bocas las palabras se revuelven con miedo./ En esta casa todos estamos enterrados vivos.(p. 253) o “El asesino danza la Danza de la Muerte:
/ un paso adelante, una bala al corazón,
/

un paso atrás, una bala en el estómago.(…) /Todas las lenguas de la tierra maldicen al asesino. (p. 256)

Los reparos que se hicieron deben, incluso así, ser atenuados. Es de elogiar que alguien invierta semejante esfuerzo personal en la divulgación de poesía, ya que aunque fuera  tan sólo por eso, esta antología merece un enorme elogio. E, todavía más, porque en 400 páginas de poemas hay momentos que consiguen superar el tono general al que los problemas de trabajo formal acabaron por conducir: “La poesía es la única compañera/ acostúmbrate a sus cuchillos/ que es la única. (de Raúl Gómez Jattin, p. 245).

 

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Esta completísima y bien reflexionada crítica fue publicada por David Teles Pereira en el suplemento Ipsilon del periódico “Público” de Portugal. La crítica ocupa una página entera de esta prestigiosa publicación. En Las fotos se ve la antología de poesía colombiana expuesta en la vitrina de la librería Bertrand en el centro de Lisboa.
Junio 1 de 2012
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“Um País que Sonha – cem anos de poesia colombiana”, prólogo e selecção de Lauren Mendinueta, tradução de Nuno Júdice, Assírio & Alvim, 2012.
Nota: quatro estrelas.
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Em Portugal, as antologias colectivas de poesia estrangeira nunca conseguiram ser mais do que projectos descontinuados e, quase sempre, individuais. Até hoje nenhuma editora manifestou a mais ténue intenção de construir de forma crítica e sistemática um conjunto de antologias de poesia de outras línguas, expediente que, a ser levado a sério, daria aos leitores portugueses de poesia um mapa de iniciação sem paralelo na história da publicação no nosso país. Talvez seja justo reconhecer à Assírio & Alvim e à Relógio d’Água um papel menos tímido a este propósito que o das suas concorrentes, mas mesmo aí a publicação é demasiado lacunar e acidental para que se possa falar com propriedade de um projecto.
Serve isto para dizer que basta a publicação de “Um País que Sonha – cem anos de poesia colombiana” (Assírio & Alvim, 2012) para Lauren Mendinueta e Nuno Júdice ganharem um lugar de destaque na divulgação de poesia em língua estrangeira. Isto é, apesar de todo o mérito que esta obra sempre teria fossem quais fossem as condições do nosso panorama editorial, sintomático de uma subalternização da poesia, principalmente se tivermos em conta que estas antologias panorâmicas, pela dimensão e pelos custos, muito dificilmente poderão ser publicadas pelas pequenas editoras que, noutras vertentes da poesia, ainda vão impedindo o oblívio. Livros como este são indispensáveis num universo editorial em que a publicação e a divulgação de poesia estrangeira são por demais insatisfatórias.
“Um País que Sonha” é uma antologia de cem anos da poesia colombiana, não dos últimos cem anos, mas dos que correram desde o nascimento de José Asunción Silva, um dos primeiros modernistas, no sentido de Rubén Darío, que, aliás, constrói um universo estilístico e referencial próximo do grande poeta nicaraguense: “Doente:/ Doutor, um desalento da vida/ que no meu íntimo se enraíza e nasce,/ o mal do século… o mesmo que Werther,/ de Rolla, de Manfredo e de Leopardi./ (…) Médico:/ – Isso é uma questão de regime: caminhe/ pela manhãzinha; durma bem; tome banho;/ beba à vontade; coma melhor; muito cuidado consigo:/ O que você tem é fome…!” (p. 27). A título de complemento, pode-se contar que no dia 24 de Maio de 1986 Asunción Silva pediu a um amigo médico que lhe desenhasse uma cruz no coração, tendo-se suicidado nessa mesma noite com um tiro no lugar assinalado.
Ainda a propósito deste poeta, vários dos textos, de outros autores, que vão povoando esta antologia manifestam uma intertextualidade curiosa com a sua obra, a começar pelo poema de Santiago Mutis Durán (filho de Álvaro Mutis, outro dos grandes poetas colombianos) que tem como título o nome do poeta de Bogotá e que reflecte, de certa forma, os processos de diálogo e conflito que as gerações de poetas colombianos têm mantido com o seu primeiro modernista: “Ao longo de cem anos/ lutámos para que no fim te parecesses/ connosco – donos das tuas cinzas/ A tua integridade/ irrita-nos e envergonha-nos/ A tua dignidade/ ofende/ quem preferiu/ outros caminhos.” (p. 330).
Convém acrescentar que os cem anos retratados nesta antologia correspondem a um período particularmente turbulento da história da Colômbia, marcado por uma grande instabilidade política e social e por episódios de extrema violência, uma época obscura, como aparece descrito no prólogo a esta obra. Ao ler esse texto assinado por Lauren Mendinueta, um leitor não pode deixar de se sentir cativado pela proposição, mostrar a poesia colombiana como “um espelho em que se reflecte a [sua] sociedade” (p. 15), nessa estranheza resultante do facto de a poesia ser contrastante e, ao mesmo tempo, fiel à realidade.
Diga-se que, logo à partida, esta tese, que aparentemente faz todo o sentido no caso colombiano, é muito pouco recomendável na generalização que as palavras da autora, apesar de todo a sua lhanura, dão a entender. Basta pensar uns segundos na nossa própria história, também ela marcada por uma série de períodos obscuros e que, nem por isso, foram poeticamente os mais enriquecedores. Parece que a história da poesia nos permite concluir que o seu florescimento ou a sua agonia dependem muito mais de poetas e muito menos de acontecimentos. O que actualmente se escreve em Portugal é, em parte, prova do que se acabou de dizer.
Isto não afecta, de qualquer forma, o mérito deste trabalho, ao qual deve ser dado o maior destaque. Depois de ler o prólogo não é difícil intuir que se esta antologia chegou às livrarias isso deve-se, em quase toda a sua dimensão, ao esforço pessoal de Lauren Mendinueta. Mas, também, ao excelente trabalho de Nuno Júdice, que traduziu cerca de quatrocentas páginas de poemas de mais de sessenta poetas.
Tal não deve, mesmo assim, impedir que se chame a atenção para alguns dos aspectos menos conseguidos desta antologia. Logo no início do prólogo, a autora refere que “esta não é uma antologia crítica nem exaustiva. A ter sido crítica teria contido menos autores, a ter sido exaustiva teria necessariamente que incluir muitos mais” (p. 14). Uma antologia crítica não se afere propriamente por um critério quantitativo, mas antes por um trabalho de construção e sistematização de uma proposta de leitura que terá, normalmente, um resultado menos inclusivo. Não é pelo número de poetas que inclui que esta não é uma antologia crítica, é pela falta de critério de selecção, que se deve em parte ao número de poetas escolhidos, mas principalmente aos poucos poemas escolhidos de cada poeta, à falta de pistas de leitura sugeridas no prólogo ou nas curtas notas biográficas dos poetas incluídos e à incapacidade de tanto estes elementos como a selecção dos poemas darem a entender aos leitores as singularidades, as propostas e as tensões da poesia colombiana entre 1865 e 1965.
Estes sistemas de apresentação e, mais ainda, de selecção têm o grande inconveniente de nivelar por baixo as antologias. Os poucos poemas que são escolhidos de cada autor – normalmente três ou quatro –, impedem à partida que se perceba que há grandes poetas neste período da literatura colombiana. Mereciam maior destaque autores como Guilhermo Valencia, León de Greiff, Álvaro Mutis ou Gonzalo Arango, este último, ainda assim, antologiado com alguns dos versos mais interessantes deste livro: “Éramos deuses e fizeram-nos escravos./ Éramos filhos do Sol e consolaram-nos com medalhas de lata./ Éramos poemas e puseram-nos a recitar uma esmolinha por amor de Deus” (p. 165). No mesmo sentido, admitindo que cem anos de poesia colombiana terão necessariamente produzido muito mais poetas merecedores de serem antologiados, não é por isso que esta não deixa de ser escolha bastante inclusiva e que, em última análise, acaba por conduzir a uma acumulação de poemas que, tirando cronologicamente, não vem de lado nenhum e não vai para lado algum. Por outras palavras, ao terminar a leitura de “Um País de Sonha” fica-se a conhecer mais de sessenta poetas colombianos mas, infelizmente, pouco se fica a saber sobre a poesia colombiana. É de lamentar que assim seja, principalmente porque fica por demonstrar aquilo que se escreveu no prólogo: a Colômbia é “um país em que se escreve uma grande literatura” (p. 17) ou “é um país de poetas” (p. 14).
Por outro lado, quando Lauren Mendinueta destaca a relevância que os períodos de convulsão e violência da história da Colômbia tiveram nas obras de grande parte dos poetas antologiados, teria sido interessante que este livro procurasse, em parte, mostrar isso mesmo, o que acaba por não acontecer, apesar de algumas excepções, como nos poemas escolhidos de María Mercedes Carranza, uma das melhores sequências deste livro: “As janelas mostram paisagens destruídas,/ carne e cinza confundem-se nos rostos,/ nas bocas as palavras revolvem-se com medo./ Nesta casa todos estamos enterrados vivos.” (p. 253) ou “O assassino dança a Dança da Morte:/ um passo em frente, uma bala no coração,/ um passo atrás, uma bala no estômago (…)/ Todas as línguas da terra maldizem o assassino” (p. 256).
Os reparos que se fizeram devem, ainda assim, ser aliviados. É de louvar que alguém invista tamanho esforço pessoal na divulgação de poesia, pelo que, só por isso, esta antologia merece um enorme elogio. E, mais ainda, porque em quatrocentas páginas de poemas há momentos que conseguem superar o tom geral a que os problemas de trabalho formal acabaram por conduzir: “A poesia é a única companheira/ habitua-te às suas lâminas/ pois é a única” (de Raúl Gómez Jattin, p. 245).
David Teles Pereira

 

 

http://omelhoramigo.blogspot.pt/2012/06/outro-pais-de-poetas-colombia.html

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EL ENREDO DE LA BOLSA Y LA VIDA

Eduardo Mendoza

Seix Barral 2012

 

SOLO PARA LOCOS Y VALIENTES

Barcelona en pleno verano. Los protagonistas no tienen un euro en el bolsillo. La época de las vacas gordas es cosa del pasado. La ciudad está medio vacía y en sus calles, por lo general repletas de turistas, apenas si se ve uno que otro transeúnte caminando agobiado sobre el alquitrán hirviente. Sólo los valientes están dispuestos a desafiar un calor humillante y tirano para emprender una aventura. Los valientes y los locos. Y si usted no es ni lo uno ni lo otro no se atreva a leer esta novela. Son casi 300 páginas de aventuras delirantes en las que un curioso detective, peluquero de profesión y antiguo recluso de manicomio, nos lleva a recorrer una Barcelona en la que nada sucede en apariencia y en la que, sin embargo, los misterios están a la orden del día: la desaparición de Rómulo el Guapo, antiguo compañero de manicomio del nuestro detective; el súbito interés de Quesito ⎯la pupila adolescente de Rómulo⎯ por encontrarlo; la aparición de un reconocido terrorista internacional en la Costa Brava y su secreta relación con Rómulo el Guapo.

Imposible leer esta novela sin soltar carcajadas, sin esbozar sonrisas cómplices, sin admirarse del ingenio humano. Imposible no llegar a sentir simpatía por sus personajes: delincuentes de poca monta, carteristas, estafadores, pícaros y pícaras capaces de jugarse el pellejo por un unos pocos euros. El detective, protagonista y narrador, nada tiene que ver con el astuto y científico Sherlock Holmes de Conan Doyle, o con los modernos y cultos investigadores de las populares novelas negras nórdicas. El conocido detective anónimo de Eduardo Mendoza nos recordará, quizás, a Ignatius J. Reilly, el inadaptado, amoral y anacrónico personaje de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole (otra novela delirante y llena de humor). Mendoza construye a lo largo del libro una extraordinaria galería de personajes, cada uno con sus rarezas y particular manera de enfrentar el mundo. De entre todos ellos quizás el más simpático sea el honorable abuelo Siau, el viejo chino medio chiflado del bazar oriental. Es sólo una opinión. Cada lector encontrará el que más le guste tomándose una cerveza en el bar del Gordo Sopla Gaitas o compartiendo una humilde cena en el restaurante Se Vende Perro.

Extenderse más sobre los enredos de la trama no vale la pena. Descubrirlos en la prosa del autor es un placer del que no pienso privar a ningún valiente. El libro se lee rápido, los misterios se van resolviendo, la novela termina por parecerse a nuestra vida ¿o será nuestra vida la que se parece a esta novela? Nos reímos a carcajadas, es cierto, pero en el fondo de todo se pasea una profunda tristeza, hay un transfondo dramático que hace de esta historia una obra memorable, una obra que nos servirá para evadirnos de este mundo y al mismo tiempo para verlo más de cerca.

Eduardo Mendoza es un autor que no decepciona. Aquellos que lo han leído lo saben.

Lauren Mendinueta

 

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