Hemeroteca del mes octubre 2011

Hace un par de años en Oaxaca (México) conocí, gracias al poeta Ernesto Lumbreras, a un magnífico poeta chileno: Ludwig Zeller (Rio Loa, Chile, 1927). El encuentro fue breve. Nos reunimos frente al zócalo de la ciudad  para compartir un delicioso desayuno oaxaqueño, pero la imagen que me dejó fue la de un hombre fuerte, lúcido, inquieto y creativo. De nuestra reunión quedaron, como ocurre en estos casos, un par de libros de recuerdo. De ellos he extraído, para los lectores de Inventario, tres poemas absolutmente maravillosos. Disfrútenlos.

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Por el camino veo que mi padre se acerca

Con los brazos abiertos. Él está muerto, pienso, ¿cómo

Puede encontrarse aquí? Ríe de mis dudas chupando el humo

De la pipa de ámbar. Salen figuras y el tabaco

Que arde suspende en lo alto luces como signos

Que al reflejarse pulen los espejos de aquel ojo interior.

Yo me río también. Éstos son los paisajes que he soñado,

Esa ciudad invisible en la que vago escuchando las voces,

Recorriendo las calles desoladas de ese cotidiano laberinto

Que rodea la arena.

Mi padre tiene que partir.

Me abraza. Saca un pájaro que habla desde el pecho.

Golpea con el báculo y los caminos se abren:

Ahora escucho que sobre mi hombro izquierdo un ave misteriosa,

Transparente, ha empezado a cantar.

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ASERRAR A LA AMADA CUANDO ES NECESARIO

Bajo los filos del cuchillo siente

Cómo giran las lunas crujiendo en el espejo,

Cree soñar y escucha cómo crece en su cuerpo, puntada

Tras puntada, esa espiral sin fin de la tortura.

Ellos la miran con amor y esperan, de pie bajo la lluvia

Que ensordece, que la mano crispada allá en el fondo,

Levante con el garfio esas puntas del sueño

Y de la podredumbre del gusano

Pueda volar la mariposa exacta.

Pero ya nada importa y bajo el rayo ardiente

Dando vueltas y vueltas, remolinos al fin del mismo centro,

Escucho voces que alguien llama a gritos, despierto

Y torno a ver la misma imagen –torturador

Y llagas a un tiempo- porque no sé si es agua

Lo que cae de lo alto, si lograré una vez alcanzar

Ese globo que va arrastrando el viento, si podremos pasar

O si la noche ha de cerrar sus láminas de golpe.

Entonces me incorporo y ya sin ojos puedo ver el cuchillo

Que alguien dejó apretado aquí e mi mano,

Semillas de otro sol esas ruedas volteando en la memoria

Aserrándome en hostias a mi amada.

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TRAGAFUEGOS

Apretamos el freno en la luz roja. La noche

Es un trapo mojado que se estira adelante

De este ser de metal que ruge y canta

Como aquellas sirenas que hace tanto olvidamos.

Un hombre salta y con sus gestos clama.

¡Detén el mundo, espera, no hagas ruido!

En su mano la llama y en la boca ese nudo

Cerrado en el alcohol como en un filo. –sosteniendo

El peligro-, que ahora lanza afuera, llamarada

En mil lenguas que él aprieta en los labios

Quemados y sonríe…

¿La vida ya no es más que una moneda?

Algo duele en el fondo de esa estrella fugaz, alguien

Te dice, ¡espera!

Pero sueltas los frenos y ¡adelante!

La noche es implacable. La luz, verde.

LUDWIG  ZELLER

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CÓMO RESBALA EL SOL

Cómo resbala el sol

sobre las hojas.

Sensación de que todo,

ahora, en torno a mí,

ha dejado de ser,

y no hay nada, no hay nada

que se pueda cantar,

si no es el canto mismo.

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POCAS COSAS DESPIERTAN

Pocas cosas despiertan

mi alegría

como el brincar gozoso

de algún perro

que me ha salido al paso.

Pocas cosas remueven

algo profundo en mí

como el mirar de un perro

fatigado

de haber vivido tanto.

Todo el amor del mundo

que tu ansías

y la desolación que sientes

asoman a los ojos

de un perro que te mira,

interrogándote.

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José Corredor-Matheos

Poeta, ensayista y traductor español, nacido en Alcázar de San Juan en 1929.
Se radicó en Barcelona desde 1936 donde se licenció en Derecho, iniciando su trayectoria poética en 1953 con su libro 
«Ocasiones para amarte», al que le han seguido otros títulos reunidos en «Poesía 1951-1975» y «Poesía 1970-1994». 
Es además autor de varias monografías sobre arte contemporáneo, arquitectura, diseño y artes populares.
Es académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando.
Aunque pertenece a la generación de poetas de los 50, su inclinación literaria se aproxima a la cultura oriental, la poesía 
china y la filosofía budista.
Entre los galardones obtenidos se destacan: el Premio Boscán de Poesía en 1961, el Premi d’Arts Plàstiques de la Generalitat 
de Catalunya en 1993, el Premio Nacional de Traducción por su antología bilingüe «Poesía catalana contemporánea» 1983, 
y el Premio Nacional de Poesía 2005 por «El don de la ignorancia».

(Tomado de amediavoz.com)

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Por Lauren Mendinueta

Fernando Charry Lara nació en Bogotá en 1920. Comenzó su carrera de escritor en 1949 con la publicación del libro de poemas, Nocturnos y otros sueños, acompañado de un prólogo de Vicente Aleixandre. La aparición de este primer volumen de poesías le aseguró un puesto de máxima importancia en las letras colombianas. Su obra se caracteriza por la brevedad, sólo tres libros de poemas y cuatro de ensayos en cincuenta y cinco años de carrera literaria, y por las reminiscencias con las que va poblando un universo de fantasmas y sombras que rondan al lector y lo enfrentan con lo trascendente.

OLVIDO

Los días que uno tras otro son la vida…

…………..Aurelio Arturo

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La trémula sombra ya te cubre.

Sólo existe el olvido,

desnudo,

frío corazón deshabitado.

Y ya nada son en ti las horas

las taciturnas horas que son tu vida.

Ni siquiera como ceniza

oculta que trajeran

los transparentes

silencios de un recuerdo.

Nada. Ni el crepúsculo te envuelve,

ni la tarde te llena de viajes,

ni la noche conmueve tu obstinada

nostalgia del amor, cuando

una tácita doncella surge de la sombra.

Oh corazón, cielo deshabitado de los sueños.

(1949)

La poesía, como la verdad, como la verdad misma que ella es, habla de lo presente en lo pasado, propone para un hombre lo que quiere decir de aquel otro, apunta a lo propio cuando quiere dar en lo ajeno, con ingeniosos rodeos viene siempre a parar en el punto de su intención. Todo esto se hizo para mí aún más claro cuando supe de la reciente muerte de Fernando Charry Lara en Washington (julio de 2004). Mi memoria me trasportó enseguida a su libro Pensamientos del amante (1980), en el que aparece publicado el poema «Rivera vuelve a Bogotá». En éste, uno de los más bellos poemas de la literatura colombiana, cuenta su experiencia cuando siendo un niño de siete años acompañó, tomado de la mano de su padre, el regreso del cadáver de José Eustasio Rivera a Bogotá: «la tarde en que logran regresarlo» desde Nueva York «a la ciudad que amó».

Más de una coincidencia hay en la historia de los dos escritores: ambos fueron abogados; ejercieron como maestros y ocuparon importantes cargos públicos: José Eustasio Rivera como diplomático y Fernando Charry Lara como director de la Radiodifusora Nacional y de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia; sus obras son breves pero excepcionales y la muerte los encontró en un mismo país y los devolvió como cadáveres «sin la duda de para qué ni para quién se escribe». Cuando hayan pasado muchos años, tal vez, o quizás muy pronto, no hay tiempo en la mente que nos mida por igual, algún poeta traerá «efímeras», y para siempre, «al recuerdo estas cosas».

Fundación, Colombia,  julio 30 de 2004

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