Recordando a Ludwig Zeller, poeta chileno
Publicado por: admin in autores chilenos, General, poesía, poesía escrita por hombres, ViajesHace un par de años en Oaxaca (México) conocí, gracias al poeta Ernesto Lumbreras, a un magnífico poeta chileno: Ludwig Zeller (Rio Loa, Chile, 1927). El encuentro fue breve. Nos reunimos frente al zócalo de la ciudad para compartir un delicioso desayuno oaxaqueño, pero la imagen que me dejó fue la de un hombre fuerte, lúcido, inquieto y creativo. De nuestra reunión quedaron, como ocurre en estos casos, un par de libros de recuerdo. De ellos he extraído, para los lectores de Inventario, tres poemas absolutmente maravillosos. Disfrútenlos.
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Por el camino veo que mi padre se acerca
Con los brazos abiertos. Él está muerto, pienso, ¿cómo
Puede encontrarse aquí? Ríe de mis dudas chupando el humo
De la pipa de ámbar. Salen figuras y el tabaco
Que arde suspende en lo alto luces como signos
Que al reflejarse pulen los espejos de aquel ojo interior.
Yo me río también. Éstos son los paisajes que he soñado,
Esa ciudad invisible en la que vago escuchando las voces,
Recorriendo las calles desoladas de ese cotidiano laberinto
Que rodea la arena.
Mi padre tiene que partir.
Me abraza. Saca un pájaro que habla desde el pecho.
Golpea con el báculo y los caminos se abren:
Ahora escucho que sobre mi hombro izquierdo un ave misteriosa,
Transparente, ha empezado a cantar.
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ASERRAR A LA AMADA CUANDO ES NECESARIO
Bajo los filos del cuchillo siente
Cómo giran las lunas crujiendo en el espejo,
Cree soñar y escucha cómo crece en su cuerpo, puntada
Tras puntada, esa espiral sin fin de la tortura.
Ellos la miran con amor y esperan, de pie bajo la lluvia
Que ensordece, que la mano crispada allá en el fondo,
Levante con el garfio esas puntas del sueño
Y de la podredumbre del gusano
Pueda volar la mariposa exacta.
Pero ya nada importa y bajo el rayo ardiente
Dando vueltas y vueltas, remolinos al fin del mismo centro,
Escucho voces que alguien llama a gritos, despierto
Y torno a ver la misma imagen –torturador
Y llagas a un tiempo- porque no sé si es agua
Lo que cae de lo alto, si lograré una vez alcanzar
Ese globo que va arrastrando el viento, si podremos pasar
O si la noche ha de cerrar sus láminas de golpe.
Entonces me incorporo y ya sin ojos puedo ver el cuchillo
Que alguien dejó apretado aquí e mi mano,
Semillas de otro sol esas ruedas volteando en la memoria
Aserrándome en hostias a mi amada.
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TRAGAFUEGOS
Apretamos el freno en la luz roja. La noche
Es un trapo mojado que se estira adelante
De este ser de metal que ruge y canta
Como aquellas sirenas que hace tanto olvidamos.
Un hombre salta y con sus gestos clama.
¡Detén el mundo, espera, no hagas ruido!
En su mano la llama y en la boca ese nudo
Cerrado en el alcohol como en un filo. –sosteniendo
El peligro-, que ahora lanza afuera, llamarada
En mil lenguas que él aprieta en los labios
Quemados y sonríe…
¿La vida ya no es más que una moneda?
Algo duele en el fondo de esa estrella fugaz, alguien
Te dice, ¡espera!
Pero sueltas los frenos y ¡adelante!
La noche es implacable. La luz, verde.
LUDWIG ZELLER
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